Era un martes más o menos normal, tuve que ir al colegio como todos los días. Las cosas no andaban bien ahí, así que me senté sola esperando que terminara el día. Le había mandado un mensaje a mi mama para pedirle que consiguiera unas entradas. Al rato entra la preceptora: Agustina, te vinieron a buscar. Ahí me di cuenta de lo que pasaba, lo sentí, no se como explicarlo. Junté mis cosas y bajé. Ahí lo vi a mi papá, vestido con su ropa de trabajo, lo miro como diciendo
decíme que no es lo que creo, pero sí, lo era. Qué pasó? le pregunté. Se murió la abuela, mi cara cambió, esas palabras no entraban en mi cabeza. Se lo pregunté tres veces más, y ahí rompí en llanto, ese llanto que hasta el día de hoy me dura. Subí al auto, le pregunte como había sido, me lo contó. Me dijo que la noche anterior había rezado por todos, y que hoy estaba muerta. No me dijo cómo, y es hasta el día de hoy que nadie me lo dice. Llegamos a casa, me abracé con mi mama, sin poder parar de llorar, queriendo hacerlo para que no se sintiera peor de lo que ya estaba, pero no pude. Te fuimos a buscar para que la veas por última vez, eso fue lo que me dijo. Mi respuesta fue un rotundo no, no quería ver esa imagen, no quería enfrentarme con eso. Ellos se fueron, y me quedé sola en casa, intentando dormir. Claramente no pude, por lo que levanté el teléfono, buscando consuelo en mis amigas, ninguna estaba. Logré dormirme. Me desperté con un mensaje de
anto, me decía que ya lo sabían, y me decía que nos
juntáramos. Acepté. Me vestí y salí, eran eso de las 8 de la noche. Con anteojos de sol, probablemente ridícula, pero de alguna forma tenía que ocultar las lágrimas. Llegue donde estaban ellas, las abracé y lloré, lloré y lloré, era todo lo que podía hacer. Esa misma noche fui a cenar con mi familia, mi tío la novia mi papa mi mama mi hermano y mi abuelo. Me sentía terrible, no había comido nada en todo el día y seguía sin poder hacerlo. Lo único que pensaba era que ella ya no estaba, y el resto parecía no darse cuenta.
Al día siguiente nos levantamos bien temprano, fuimos los primeros en llegar al velatorio. Fueron llegando mis tíos. Me enteré de la reacción de mi primo (exactamente igual a la mía), de la historia que les había dicho mi tío a mis primas (las llevó al patio, les señalo una estrella y les dijo: ven esa estrella? ahí está la abuela ahora mirándolas). Llego un momento en el que ya no podía estar ahí así que me fui al auto. A los pocos minutos salimos, en caravana, hasta el cementerio. Yo seguía sin entender lo que pasaba. Es el día de hoy que me destroza tener que hacer ese camino. Llegamos al cementerio, bajamos del auto, y a los tres pasos me di cuenta que no podía afrontarlo, me di vuelta y abracé a la primera persona que encontré(la novia de mi tío), le pedí las llaves a mi papá y volví al auto. Me quedé ahí hasta que volvieron. En los brazos de mi hermano no podía parar de llorar. Y para colmo tenía que escuchar al papá de mi papá intentando consolarme, la misma persona que es el día de hoy y que no sabe mi nombre. Llegamos a otro lugar del cementerio, y mi mamá me dice, no querés bajar? le dije que no. A los pocos minutos de quedarme sola me di cuenta de que tenía que bajar, que tenía que despedirla de alguna forma. Me bajé y corrí, mientras las lágrimas no dejaban de caer. Llegué donde estaban todos, donde estaba ella, sin vida. Me quedé dura, esa imagen del cajón nunca la pude olvidar. Un cajón marrón, feo, no era para ella, no era artístico( le gustaba mucho todo eso). Vi como se lo llevaban detrás de esa puerta, al lugar donde la iban a transformar en cenizas. El viaje de vuelta a casa lo tengo borroso en mi memoria, solo me acuerdo que mi mamá me dijo, vamos a ir a lo del abuelo a tomar café, querés venir? Mi respuesta nuevamente fue no, no podía entrar en ese departamento, por lo menos no en ese momento (aunque aún hoy me cuesta muchísimo hacerlo). Volví a casa, agarré las cosas y fui al colegio, todavía no entiendo muy bien porqué, supongo que para despejarme. De los días siguientes lo único que recuerdo son los llantos, lo eternos llantos. El intento por encontrar alguna explicación, algún consuelo, sin éxito alguno. A partir de entonces me perdí, me separé del mundo, ya no tenía sentido si ella no estaba. Yo sola me arruiné un poco más la vida, me separé de mis amigos, me separé de mi familia, me separé de todos. Vivía en un mundo paralelo, totalmente sola, con el recuerdo de ella y el llanto constante.
De a poco pude volver, volví a mis amigos (aunque todavía, voy a confesar, me cuesta un poco mantenerlo) y de a poco a mi familia.
Sin embargo, hoy, 23 de junio, 10 meses y 2 días después de su muerte, me siento nuevamente perdida. Volví a perder el rumbo.